Nuestra vida está atravesada por hábitos, por costumbres, por rutinas… No podemos ni llegar a imaginarnos el tremendo poder transformador de estos hábitos. Por ejemplo, si somos de un pueblo, quizás la gente tenga valores arcaicos, creen que el progreso consiste en tener mucha tierra y trabajar mucho, quizás desprecien el intelecto y la ciencia, quizás se aferren a dogmas religiosos sin fundamento… Y si somos de ciudad, quizás la gente tenga unos valores distintos, a lo mejor saben de la importancia del conocimiento para el progreso, a lo mejor relativizan el trabajo y creen que hay muchas otras cosas importantes, a lo mejor le dan más importancia a los sentimientos y no tanta importancia a la autoridad y a la dureza de carácter. Seguramente yo mismo no tenga razón pretendiendo atribuir a los pueblerinos una mentalidad “carca” y pasada de época; y a los de ciudad una mentalidad moderna, progresista y que valora el intelecto. Pero sí hay algo de verdad en eso, de cualquier forma, lo que nos importa de estos ejemplos es que nos demos cuenta cómo las tradiciones, las creencias, los valores, las costumbres, los hábitos, en definitiva, se propagan de generación en generación, y de padres a hijos. Por eso mismo, la gente de pueblo le enseña a sus hijos que hay que trabajar la tierra, que hay que estudiar poco, que hay que respetar los dogmas… y la gente de ciudad le enseña a sus hijos que hay que ser culto, que hay que respetar a los demás, que hay que fomentar la industria y la ciencia… los hábitos se propagan como el fuego. Pero desgraciadamente, estos hábitos que se propagan, pueden ser negativos. En nuestra vida personal pasa algo parecido: nosotros mismos tenemos hábitos positivos y hábitos negativos. Los hábitos tienen una inercia para propagarse y para seguir adelante, y esto tiene algo bueno: los hábitos positivos se propagan por su propia inercia y eso nos beneficia; pero desgraciadamente los hábitos negativos también se propagan por su propia inercia, y eso es muy perjudicial para nosotros. En este artículo, malos hábitos y buenos hábitos.
Enganchados a los malos hábitos
Alguien podría alegar a lo dicho que se ha demostrado que los hombres tendemos a repetir las conductas que nos dieron buen resultado en el pasado, por eso, los hábitos negativos terminarían por caer en el descrédito y desaparecer, en beneficio de los hábitos positivos, por mera lucha de contrarios donde uno vence al otro, lucha insertada dentro de la megateoría evolutiva. Desgraciadamente este argumento es falaz. ¿Para qué le sirve a Corea del Norte su intento de medievalización, sus torturas medievales en neocastillos, sus nuevos siervos y su atraso cronificado en nombre de los caprichos neofeudales y comunistas de un desgraciado absoluto? A veces los hábitos contraproducentes se perpetúan por mera inercia, aunque sean perjudiciales, aunque nos perjudiquen más que nos beneficien.
Los hábitos perjudiciales también se perpetúan en nuestra propia vida. El ejemplo más claro es el del drogadicto: el drogadicto sabe que la droga le hace mal… entonces, ¿por qué simplemente el drogadicto no desiste de seguir drogándose? Pues porque ha caído en la inercia de los hábitos, en este caso, de los malos hábitos. El drogadicto sabe que sufre y que la droga le hace mal, pero aún así, nuestro cerebro tiende a repetir conductas aprendidas y a las que nos hemos acostumbrado. Si no repetimos esas conductas, quizás nuestro cerebro nos cause ansiedad (el drogadicto tiene “el mono”, que es simplemente una enorme ansiedad debido al deseo de consumir droga, o sea, perpetuar el mal hábito). Así, todos nosotros tendemos a repetir conductas negativas para nosotros porque simplemente si no nos entrará ansiedad. Y si queremos cambiar nuestras conductas y nuestros hábitos, tendremos que lidiar mucho con el dolor de la ansiedad que nos provoca el querer hacer “lo de siempre”.
Cómo nos afecta los hábitos no adecuados a nuestra vida
¿Cómo afecta estas inercias de hábitos a nuestra vida? De muchas formas. La persona con timidez tiende una y otra vez a repetir sus conductas insociables y de evitación, en vez de intentar cambiar estos hábitos negativos por otros hábitos más positivos y más dirigidos hacia una buena sociabilidad. La persona con depresión tiende a caer una y otra vez en sus fuentes de frustración, de hecho, la causa de la depresión es el estrés y el malestar por situaciones que vivimos en el día a día, y esas situaciones se pueden redefinir en concepto de “hábitos” que creamos y mantenemos. Las personas con problemas para encontrar pareja o para seducir, quizás siempre repitan una rutina diaria que les lleva del trabajo a casa; y de casa al trabajo. Y los fines de semana quizás valla a los mismos locales con los mismos amigos y haga siempre lo mismo, siendo difícil que al hacer siempre lo mismo algo distinto pueda suceder.
Como vemos, estos hábitos negativos se hacen dueños de nosotros como si de un parásito alienígena se tratase, y se reproducen en nosotros, llevándonos a pasar años estancados en nuestros propios hábitos negativos, y así nuestros problemas no se solucionan, y así no se cumplen nuestras ambiciones.
Cómo acabar con los hábitos negativos y sustituirlos por hábitos positivos
Lo positivo es que podemos intentar transformar estos hábitos negativos en otros hábitos más positivos. Esto cuesta, por lo que hemos hablado de que nos hacemos “adictos” a hacer lo de siempre. Nos costará ansiedad, dolor, trabajo… por eso mismo, es tan difícil cambiar los hábitos, porque es más fácil hacer lo de siempre… Pero a largo plazo, el esfuerzo invertido en cambiar nuestros hábitos, merece la pena con mucho.
Se trata de ir poco a poco, haciendo un esfuerzo diario, al principio pequeño, y con el tiempo más grande. Por supuesto que cuesta mucho, yo me tiré 10 años sin amigos y sin salir por ahí porque para mí, un chico tímido, era más fácil hacer lo de siempre, jugar a videojuegos, estar en casa, hacer deporte en mi habitación, leyendo, escuchando música… Esos eran mis cómodos pero negativos hábitos, y yo tardé mucho en empezar a cambiar estos hábitos por hábitos más sociables. Y tardé mucho por que cuesta mucho salir de casa cuando eres tímido e irte por ahí con los demás. Pero yo afronté este cambio de hábitos, y por supuesto las pasé putas… (en mi primer sargeo casi me meo encima…). Pero afronte la ansiedad, y así, fui forjando en mí unos hábitos más adecuados a mis necesidades. Para los que tengan problemas de sociabilidad, un material de primera calidad que los ayudará a tener unos hábitos sociales más adecuados, es nuestro e-book Los Pilares de la Seducción.
Y para los demás (que también les puede venir muy bien el mencionado libro), tienen que analizar sus hábitos, ver qué les beneficia y qué les perjudica, y luego empezar el difícil camino de sustituir los hábitos negativos por hábitos positivos. Al principio cuesta, pero con el tiempo no sabremos cómo hemos podido estar tanto tiempo en unos hábitos y unas rutinas tan nefastas; y cómo no hemos podido antes llegar a unos hábitos más adecuados sin los cuales ya no podemos vivir. Es un poco como hacer deporte: al principio cuesta horrores; pero con el tiempo te enganchas y no puedes vivir sin ello.